15 julio 2010

 

Sobre Jerusalén y el dercho de los judíos.

Horacio Vazquez-Rial escribe sobre la capitalidad de Jerusalen, que es una de las claves de cualquier posible proceso de paz, y de paso aclara algunos mitos, el primero de los cuales es el de que los judíos empezaron a habitar su tierra a partir del proyecto de Teodoro Herzl.

Voy a cerrar esta reseña con la esperanza de que haya quedado claro para mis lectores que los judíos estaban en su tierra desde el principio, cuando ni Cristo ni Mahoma habían desempeñado papel alguno en la historia, y con el dato, correspondiente al año 70 de nuestra era, de la segunda destrucción de la ciudad y del Segundo Templo, por las tropas romanas de Vespasiano, a las órdenes de Tito, que desoyeron las precisas indicaciones de este último. El sitio romano obedeció a una serie de revueltas populares en el 67, y Tito, que no era un ignorante, dijo que había que entrar con todo el cuidado del mundo, sin arrasar ni arruinar. Sus soldados no le hicieron el menor caso: no eran ya ejército, sino masa. Los judíos fueron expulsados de Jerusalem, aunque no de Judea, y tuvieron que reorganizarse en los alrededores para seguir haciendo frente a los romanos. En el 73 tuvo lugar la heroica y finalmente suicida defensa de Masadá. Lo han intentado todo, todos los imperios, siempre con los ojos puestos en Jerusalem, porque es la clave política y simbólica de la región, que volvió a ser el país de los judíos por enésima vez en 1948.

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