08 febrero 2008

 

Olmert a salvo, de momento.

Mario Sznajder, Profesor titular de la cátedra Leon Blum en Ciencia Politica de la Universidad Hebrea de Jerusalén e investigador asociado del Instituto Truman para el avance de la paz, afirma que la publicación del Informe Final de la Comisión Winograd, sobre la Segunda Guerra del Líbano en el 2006, no ha causado la desestabilización política en Jerusalén que podía esperarse hace algunos meses, destacando dos razones principales: el informe presentó la imagen de un Israel idealizado a nivel político y militar que ya no existe. Y si el ministro de Defensa, Ehud Barak se retira de la coalición del gobierno de Ehud Olmert forzando a unas elecciones anticipadas, ganaría Benyamín Netanyahu.

Expertos militares locales sostienen que la forma en que se realizó la operación y su escasa duración sirvió más a fines políticos que a objetivos militares, pero Olmert y sus seguidores lograron, en base a las afirmaciones de Winograd, diluir esta crítica y crear una sensación de ambigüedad que restó importancia a las protestas de oficiales reservistas y familiares de soldados caídos en la guerra, que exigían la renuncia inmediata de Ehud Olmert.

Pero quien juega el rol fundamental en la tormenta es el actual ministro de Defensa y líder del Partido Laborista, Ehud Barak. Éste había prometido, al sumarse al gobierno hace varios meses, exigir la renuncia de Olmert cuando se publicara el informe final de la Comisión Winograd.

El dilema de Barak es complejo. Elecciones adelantadas producirían una victoria del Likud y de Benjamín Netanyahu, principal enemigo político de Olmert, pero también de Barak. En el propio Partido Laborista, gran parte de los ministros y parlamentarios presionan para seguir en la coalición de gobierno de Olmert ya que saben que en una elección próxima, muchos no serán reelegidos, entre otras cosas, por haber apoyado la Guerra de Líbano y haber tomado parte en las fallidas decisiones que no llevaron a buen Puerto.

Más aun, Barak está sumido en los planes de reestructuración militar y enfrenta la grave crisis de Gaza y el tema de la frontera de Egipto. Una renuncia, aunque significaría cumplir con la promesa política que le dio el apoyo laborista para entrar al gobierno, podría ser vista como un incumplimiento de los deberes estatales que asumió junto al Ministerio de Defensa y un fracaso funcional, lo cual le restaría aun más, posibilidades electorales futuras, tanto personalmente, como al Partido Laborista.

Si se considera la magnitud del trauma que la Segunda Guerra de Líbano causó en Israel en 2006, la poca intensidad de las tormentas recién pasadas y la vuelta a la normalidad, también política, refuerzan el predicado que sostiene que la política de Israel de hoy es inmediata, falta de consideraciones tanto ideológicas como estratégicas y que está muy lejos de los estilos y criterios propuestos y usados hace muchas décadas por quienes establecieron el Estado de Israel.

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