11 febrero 2008

 

Correr sin salir del lugar del Líbano a Dimona.

Akiva Eldar escribe sobre la poca capacidad de aprender valiosas lecciones de la Segunda Guerra del Líbano por parte de la actual dirigencia israelí, a la hora de aplicarlas en el conflicto con los palestinos.

El atentado suicida en Dimona y el incesante bombardeo de misiles Qassam sobre Sderot revelan que la "carrera sin salir del lugar" no comenzó ni terminó con la Segunda Guerra del Líbano. La Comisión Winograd pregunta cómo es posible que una guerra que duró más de um mes haya acabado sin ninguna victoria, ni militar, ni diplomática. La guerra contra Hamas ya lleva más de siete años y la victoria parece tan lejana como el horizonte diplomático.

La Comisión se queja de que el ejército más poderoso de Oriente Medio, con una superioridad aérea total, y ventaja en fuerza y tecnología, fue incapaz de derrotar a Hezbollah, "una organización semi-militar con unos pocos miles de hombres". Este mismo ejército fuerte, junto con todos los demás servicios de seguridad israelíes, han controlado los territorios durante más de 40 años y disfruta allí de una supremacía total, pero es incapaz de derrotar a Hamas, cuyas fuerzas y armamentos son inferiores a los de Hezbollah.

Los últimos hechos muestran que la dirigencia israelí no aprendió la principal lección de la Segunda Guerra del Líbano. El Informe Winograd desperdició la oportunidad de realizar un verdadero cambio de dirección. En vez de focalizar el problema central sobre cómo un país fuerte debe medirse con "una organización semi-militar con varios miles de hombres", la Comisión corre sin salir del lugar, entre "el proceso de la toma de decisiones" y la "actitud del Gobierno". Recuerda a un comentarista de boxeo que analizaba en profundidad las acciones de un púgil, al mismo tiempo que ignoraba al otro. Como si las acciones de uno no influirían en las respuestas del segundo.

Los líderes de Hamas y Hezbollah saben que no tienen poder para derrotar a Israel. Para ellos es suficiente ganar algunos puntos de la opinión pública árabe y palestina y alguna simpatía en Occidente, por medio de fotografías de niños ensangrentados y de civiles sentados sobre las ruinas de sus casas. Ambas organizaciones conocen la sensibilidad de los políticos israelíes para con sus soldados cautivos, y los provocan para que entren al ring. Si la acción terrestre en el Líbano hubiese durado algunos días más y hubiera acabado en una "victoria militar", los centenares de miles de refugiados chiítas que huyeron para el norte amenazarían con derribar al gobierno de Fuad Siniora.

Estados Unidos advirtió en su momento a Ehud Olmert sobre el peligro de que Hezbollah tomara Beirut, lo que transformaría al Líbano en un satélite de Irán. Una continuación de la guerra hubiera llevado a Israel a elegir entre someterse a la exigencia americana de retirar sus fuerzas o a entrar en crisis con su principal aliado. Los países árabes, que de entrada apoyaron la operación contra Hezbollah, como Arabia Saudita, también hubiesen cambiado de dirección en contra de Israel. La recompensa por tal gloriosa conquista militar acabaría siendo una gran derrota diplomática.

La operación Escudo defensivo fue considerada un éxito militar. Las FDI se apoderaron de los bastiones armados de la militancia palestina y redujeron significativamente el número de ataques terroristas. Pero las operaciones no solucionron ningún problema estratégico. La situación sólo empeoró. El ala pragmática palestina se desmoronó y dio lugar a los islamistas radicales. Hoy, Hamas controla la Franja de Gaza y los servicios de seguridad temen que el West Bank vaya por el mismo camino. Hamas ya consiguió provocar serios problemas entre Israel y Egito y Jordania está preocupada con el peligro de que una turba palestina enfurecida irrumpa en su territorio desde su frontera con el West Bank.

En "defensa" de Olmert, se puede notar que su gran amigo, George W. Bush, líder de la mayor potencia mundial, también aprendió a duras penas que la supremacía militar no es siempre una garantía de victoria. EEUU ocupó Irak con una desvastadora operación aérea y una acción terrestre determinada. Desde entonces, sólo corre sin salir del lugar, contando sus víctimas. Olmert no es el único afectado por este bloqueo mental: Su principal rival actual, el ex primer ministro, Benyamín Netanyahu, jamás aprendió los límites de la fuerza. Netanyahu admitió ante la Comisión Winograd que apoyó la guerra en el Líbano porque "los objetivos definidos por el Gabinete eran muy valiosos".

La asimetría en el conflito con los palestinos, así como en el escenario libanés, hace que la superioridad militar de Israel sea irrelevante, y que a veces hasta se convierta en una espada de doble filo. En vez de luchar por victorias militares, Israel haría mejor si se empeñara en conseguir conquistas diplomáticas. Después de siete años en los cuales trató de obtener objetivos vitales por medio de las armas, los embargos y las retiradas unilaterales, el Estado retornó al principio del juego: el esfuerzo para llegar a acuerdos diplomáticos que incluyan arreglos de seguridad. El problema es que, también en ese escenario, estamos corriendo sin salir del lugar, rumbo al próximo conflicto sin victoria.

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