13 diciembre 2007
Viejo-nuevo antisemitismo.
Ángel Niu escribe sobre la absurda teoría de una conspiración judía para dominar el mundo defendida por la progresía mundial y por casi la inmensa mayoría del mundo musulmán, así como sobre la inexistente opresión de Israel sobre los palestinos.
Resulta sumamente interesante la persistencia en la izquierda y, por supuesto, entre los musulmanes casi sin excepción, de la existencia de una vaga conspiración judía capaz de explicar lo que, por lo demás, es perfectamente explicable, a saber, el desastre monumental en que se ha convertido Palestina y la política exterior norteamericana en la zona. Efectivamente existe un lobby judío en los EEUU, de hecho existen grupos de presión de casi cualquier color, tendencia y marchamo; muchos tan influyentes y desde luego mucho más poderosos que esa supuesta organización que, según algunos despistados, tiene secuestrada la política norteamericana. Aclaremos algunas ideas, sea cual sea la influencia de la minoría judía norteamericana en su política exterior, es sencillamente una estupidez considerar que sea determinante, o que es capaz de cooptar la voluntad no sólo de los políticos, sino de una buena parte de la sociedad de ese país. Aunque algunos no se lo crean la causa judía despierta muchas simpatías en Occidente, y los políticos norteamericanos no suelen necesitar lobby alguno para entender que apoyar a Israel es correcto en términos generales, moral y políticamente.
Y por último la cuestión palestina, sempiterno símbolo de la supuesta opresión que sufren los musulmanes del mundo. Caramba, es de esperar que algún día, alguien, se decida a abordar este tema con cierta seriedad, incluyendo el de la bochornosa realidad de las naciones musulmanas, casi todas pobres, todas mal gobernadas y todas increíblemente tolerantes con la xenofobia. Algo no funciona bien. Sobre Palestina se pueden contar muchas cosas, la primera que Gaza no linda solo con Israel, también lo hace con Egipto, frontera esta última que por lo visto no basta para proveer de servicios y vituallas a un territorio donde se vive obsesionado con matar israelíes e imponer la sharia. Y si no que se lo cuenten a los pocos cristianos que quedan en esa franja de tierra. Votar, por otra parte, no convierte un régimen en democrático, y votar a una panda de asesinos, solo demuestra hasta que punto la sociedad que vota está enferma. Israel tiene razón a veces en su conflicto de fronteras, y a veces no; pero los palestinos con su radicalismo fuera de control, su incompetencia proverbial y su corrupción institucionalizada se labran solitos el fango y la mugre en la que chapotean.