26 noviembre 2007
Ya existe un estado palestino: Jordania.
Salim Mansur, Director del Centro para el Pluralismo Islámico en Canadá, confirma la imposibilidad para Israel de negociar con los árabes/musulmanes cuando estos están comprometidos en su destrucción, y es rotundo al afirmar que ya existe un estado palestino en Jordania. Esta idea ya la planteó en su día Arik Sharon y no se llevó a cabo por la falta de apoyo dentro del gobierno israelí. No tiene desperdicio el artículo.
Es evidente que convocar una conferencia internacional sobre Oriente Medio con el fin de arbitrar un acuerdo final es una postura por defecto de las administraciones norteamericanas cuando todos los esfuerzos anteriores han fracasado. Las administraciones norteamericanas han sentido la obligación de ser árbitros justos entre árabes y judíos desde que William Rogers, el secretario de Estado de Nixon, dejase caer la idea de un plan integral de paz en el año 1969.
Pero la verdad del asunto es que no hay nada que arbitrar cuando una de las partes, los palestinos, y sus financieros y partidarios árabes y musulmanes, continúan comprometidos con la destrucción de la otra parte, los israelíes. En lugar de otra conferencia internacional más, los norteamericanos harían mejor en aceptar lo obvio: que ya existe un Estado palestino, y se llama Jordania, siendo palestina su población de manera aplastante.
Otro Estado árabe más, comprimido a cuenta de la insistencia norteamericana entre el Río Jordán y el Mediterráneo -con su población hostil a Occidente y apoyando con disposición cada ideología totalitaria que se presente en su objetivo declarado de perjudicar a los judíos y destruir Israel- en lugar de ser la receta de cualquier acuerdo final será la fuente de conflicto sin final en la región y el terrorismo más allá.
Por otra parte, los palestinos, matándose entre sí mientras siguen siendo partidarios del terrorismo -además del espantoso historial de los regímenes árabe-musulmanes ignorando los derechos humanos y el respeto a las minorías- no se hacen merecedores de la cantidad de atención que brindan las administraciones norteamericanas en comparación con el nivel estadounidense de apoyo prestado a las reclamaciones iguales, por no decir más merecedoras, de los pueblos que sufren en Darfur, en Bielorrusia, en el Tíbet o en Zimbabue. La diplomacia se intercambia educadamente por falsedades con bastante frecuencia.
Es hora de que los norteamericanos cuenten educadamente la verdad y pongan fin a la charada de exigir concesiones israelíes a cambio de discursos árabe-musulmanes con segundas intenciones en los que «paz», como explicaba Arafat a su pueblo, significa una tregua temporal en la guerra para «liberar» toda Palestina, incluyendo Israel.