14 septiembre 2007
Héroes anónimos.
Pediatra, médico, maestro y escritor judeo -polaco. Muere asesinado en agosto de 1942 en el campo de extermino de Treblinka junto a sus discípulos, 200 niños judíos huérfanos.
Su nombre real era Henryk Goldszmit. Nació en julio de 1878 en Varsovia, en el seno de una familia judía asimilada de bajos recursos económicos. Adoptó el pseudónimo de Janusz Korczak con motivo de un concurso literario del cual participó y de allí en más este fue el nombre que lo acompañó hasta el fin de sus días.
En 1898 comenzó los estudios de medicina en Varsovia y posteriormente se dedicó a la pediatría. Sirvió en el ejército como médico militar y ganó reconocimiento literario mundial por sus ensayos sobre pedagogía y sus innovadoras teorías pedagógicas. En 1911 es nombrado director del "Orfanato para niños judíos de Varsovia" y más tarde él mismo funda un orfanato para niños judíos llamado "Nuestra Casa". En 1940, luego del estallido de la Segunda Guerra Mundial, los nazis crean el Ghetto de Varsovia y Janusz Korczak y los huérfanos son allí confinados.
En agosto de 1942, los nazis ordenan deportar a los niños y a los maestros al campo de exterminio de Treblinka. En varias oportunidades se le presenta a Korczak la posibilidad de salvarse pero él rehúsa cualquier oferta de salvación personal e insiste en ser deportado junto a sus discípulos a Treblinka.
Los niños, aproximadamente doscientos huérfanos, son ataviados con sus mejores ropas y Korczak tomando a dos niños de la mano marcha a la cabeza de la fila y junto a ellos aborda el tren que los conduciría a las cámaras de gas.
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Cuantos, cuantos nombres sin resonancia aparente han sido victimas de la más cruel de las infamias, intentar que su muerte fuese olvidada, que nadie los tuviese en cuenta, que su ausencia no fuese valorada por nadie, como si no hubiesen existido, aún peor, mucho peor que animales, que árboles, que piedras. Por eso el reconocimiento de estos héroes y de otros, el de las victimas en general no debe cesar, que sientan allá donde estén que sus sufrimientos son compartidos y recordados y que como consecuencia, nunca morirán del todo. Es una labor de las familias, de las escuelas y de los estados, no podemos permitirnos el olvido de las felonías de los criminales canallas ni el olvido de estas almas inocentes.Todas y cada una de las victimas sentía el dolor, el frío, la soledad, la ausencia, todos lloraron y sintieron en sí el peso de esos miserables asesinos. Sus lágrimas deben ser la que nos tengan despiertos y no hay rezos para uno sólo de los muertos, cuanto más para los millones que desaparecieron. No podemos ni debemos olvidarlos nunca..!!
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