22 septiembre 2007
Contra la infamia.
José Antonio García Muñiz, presidente de la asociación asturiana Encuentro-Hagashá de amistad con Isarel, escribe sobre el merecido premio "Príncipe de Asturias" de la Concordia al Museo del Holocausto, Yad Vashem, sobre todo en estos tiempos de negación e infamia.
Durante veintisiete días, entre abril y mayo de 1943, la Humanidad toda luchó por su libertad a través de las manos, el espíritu, el alma y la conciencia de estirpe, mil veces masacrada, mil veces arrojada al exilio, mil veces perseguida, del pueblo judío. Veintisiete días en Varsovia, veintisiete días en el gueto del corazón de la nación polaca -también mil veces aplastada- en los que la Humanidad mantuvo en medio de la barbarie la dignidad gracias a este pueblo minúsculo en la demografía humana, pero que a lo largo de cinco milenios de historia trágica ha ejemplificado la lucha por la supervivencia, la libertad y la dignidad como pueblo como ningún otro en la historia.
Desde los tiempos del patriarca Abraham y su migración desde Mesopotamia a la tierra de Canaán-Judá, Palestina, Israel -como ustedes prefieran-, entre el 2000 y el 1800 adC, origen del pueblo judío; pasando por la huida de Egipto liderados por el profeta Moisés, tras sacudirse el yugo de la esclavitud de los faraones egipcios en el siglo XIII a. de C., en tiempos de Ramsés II; por la conquista y el nuevo sometimiento a la esclavitud en el 720 a. de C. por las invasiones asirias y la posterior conquista y deportación a Babilonia a cargo de Nabucodonosor en el 586 a. de C.; así como el sometimiento a Roma y la posterior diáspora que duraría casi dos mil años, hasta la creación del moderno Estado de Israel en los años cuarenta del pasado siglo, durante la cual sufrió un perpetuo genocidio: expulsados de todas las naciones, condenados a ser apátridas por siempre, asesinados, sometidos a pogromos y al intento de exterminio a causa de la barbarie nacionalsocialista.
La barbarie que provoco el Holocausto, concebida por una mezcla de mistificación de la raza aria y esoterismo que pretendía la supremacía de ésta por encima de todas las demás, a las que ni siquiera se les concedía el derecho a la existencia y cuyo legado a la historia son los horrores que el libertador anglo-americano dejo al descubierto en Auschwitz, Treblinka o Buchenwald.
En la mente de todos los hombres que amen la libertad deben permanecer las imágenes de los campos de exterminio en los que niños, mujeres y ancianos fueron asesinados con mecánica industrial como si fueran animales en un matadero, las de seres humanos marcados con números como si fueran reses o los años en los que tuvieron que llevar en sus ropas la estrella de David para ser identificados como seres apestados portadores de algún gen de malignidad.
Sin embargo, el pueblo judío sobrevivió como tal por encima de las peores atrocidades y permaneció asimilándose a todos los pueblos sin por ello perder su esencia e identidad, y dando a la Humanidad hombres y mujeres cuyas aportaciones a los campos de la ciencia, la tecnología, las Humanidades y las artes han sido decisivas para el progreso de la misma.
Por todo ello, no puede ser más acertada la concesión del premio "Príncipe de Asturias" de la Concordia al Museo del Holocausto, sobre todo en estos nuevos tiempos de la infamia en la que aparecen nuevos aprendices de Hitler que lo niegan y anhelan conseguir lo que éste no consiguió.