23 agosto 2007

 

Neonazis poscomunistas.

Hermann Tertsch relata el peligroso aumento del neonazismo y el antisemitismo en Alemania y Rusia, y la tolerancia de las autoridades.

Resulta especialmente grotesco que aún hoy el problema «social» del neonazismo en Alemania sea una competencia del Ministerio federal de la Familia y no del Ministerio del Interior, como si toda la solución al mismo estuviera en el fomento de la armonía familiar. En realidad, los segmentos más pauperizados de la sociedad germano-oriental, han recibido y alimentan este mensaje ideológico racista en casa. Por eso, las clases políticas de los estados democráticos debieran reconocer de una vez por todas que, siendo de vital importancia, no basta con políticas de desarrollo, mecanismos para evitar la lacra del fracaso escolar y la búsqueda de mecanismos sociológicos para afrontar las causas de esta creciente amenaza racista y nazi. Y mucho menos con llamamientos humanistas sobre la tolerancia y la convivencia interracial ante los que sólo crece el desprecio de estos grupos hacia la democracia y sus ansias por desafiarlo. Esto es así también en otras sociedades postcomunistas europeas. Por eso la lucha contra el neonazismo debe tener, como la política antiterrorista, más allá de medidas políticas, su esencial vertiente en la represión policial y en el incremento de los instrumentos de disuasión y penalización de sus actividades. Es imprescindible que sus enemigos sepan que el Estado de Derecho tiene la firme voluntad de defenderse y de defender a todo individuo libre que se mueva por su territorio. Hoy en día no es el caso ni en Alemania ni en muchos otros países por no hablar del nuestro.

En Rusia, el presidente Vladimir Putin lo tiene mucho más fácil porque ha visto cómo encauzar la frustración de esa juventud hacia una militancia y violencia favorable al régimen. Las «juventudes putinianas», llamadas oficialmente «Nashi» (nuestro) cuentan ya con decenas de miles de miembros, mucho dinero, cuadros perfectamente formados y, aunque fundadas hace sólo tres años, considerable experiencia en intimidar y agredir a disidencia, opositores, gays y movimientos «antirusos». Los «Nashi» dan cobijo bajo el generoso manto del Kremlin a todos los movimientos neonazis surgidos en Rusia desde 1991. No son como el Komsomol, una organización oficial general de la juventud, sino una guardia pretoriana que supone la perfecta simbiosis del nazismo con la herencia estaliniana que rehabilita Putin. Pero las democracias, al contrario que las dictaduras, sólo pueden integrar individuos pero no ideas totalitarias. Por eso hay que combatirlas. Y eso se hace con leyes contra quienes promueven tales ideas y las expresan mediante la violencia.

Comments:
Ahora los ateos y los comunistas son malos, mira nomás.

He conocido mejores personas comunistas que mejores personas judías.

NO ES CUESTIÓN DE RELIGIÓN, ES CUESTIÓN PERSONAL.

Soy agnóstica por que no quiero que una bola de fanáticos me laven el cerebro diciendo que su religión es la única y su Dios es un amante de la masacre.
 
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