21 junio 2007

 

La amenaza islámica.

Barry Rubin, director del Centro de Investigaciones Globales sobre Asuntos Internacionales (GLORIA) y editor de la revista Middle East Review of International Affairs (MERIA), opina que la captura de la Franja de Gaza por Hamas ha creado, junto con Irán, un segundo Estado islámico radical en Medio Oriente y buena parte de esta situación se debe al legado de Yasser Arafat.

La derrota de Fatah en Gaza no se debe a la política exterior estadounidense, a Israel o a nadie más que Fatah mismo. Es el legado final de Yasser Arafat porque él alentó no sólo la violencia terrorista contra Israel sino también la anarquía y la corrupción dentro de su propia organización.

Lo que es más importante, Arafat no pudo resolver el conflicto o darle a su pueblo una visión alternativa a la del radicalismo extremo y la lucha sin fin. Al rechazar un arreglo para la paz en el 2000, que habría creado un Estado palestino independiente con capital en Jerusalén oriental y 23 mil millones de dólares de ayuda internacional, Arafat dejó claro que no habría una alternativa, un escenario moderado para resolver los problemas de los palestinos.

Antes de las elecciones de enero del 2006 ya era evidente que Hamas estaba en camino de la victoria. Bajo un liderazgo débil, Fatah no hizo nada para abordar las profundas divisiones y la corrupción. Los candidatos de Fatah, que compitieron entre ellos mismos, dividieron el voto y aseguraron que ganaran los de Hamas. Incluso después de la derrota, Fatah no implementó ni una sola reforma o cambio en sus cuadros dirigentes. Sus líderes se peleaban entre sí y deseaban ilusoriamente que algún factor externo les entregara lo que querían.

Mientras tanto, como los partidos comunistas y fascistas del pasado, Hamas avanzaba con una doctrina clara, disciplina relativa y total determinación. La ideología y la práctica de Fatah sentaron las bases para el avance de Hamas. Ante la satanización de Israel, el rechazo a cualquier arreglo, la exigencia de victoria total y el planteamiento de la moderación como traición que hacía Fatah, Hamas sencillamente tenía que demostrar que era mejor para seguir ese camino.

Las implicaciones estratégicas para la región son igualmente sombrías. La toma de Gaza por Hamas es una victoria para el bloque constituido por Irán, Siria y Hezbollah, así como para las distintas ramas de la Hermandad Musulmana (una de las cuales es Hamas) que buscan obtener el poder en sus propios países. Estas fuerzas entienden perfectamente que el enfrentamiento global más importante en la actualidad es entre el radicalismo islámico y el resto del mundo. La pregunta es cuándo lo entenderá el resto del mundo.

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