15 febrero 2007
Los lugares santos pueden esperar.
Amos Oz publica en Yediot Aharonoth un artículo sobre la polémica de las obras de reforma de la Puerta de los Mugrabís y la soberanía sobre los Santos Lugares.
La decisión del alcalde de Jerusalén, de suspender la construcción del puente en la Puerta de los Mugrabís, en el Monte del Templo, es razonable, inteligente y digna de elogio.
Principalmente, vale la pena destacar los argumentos del alcalde: Se debe permitir a todos los habitantes de Jerusalén manifestar su opinión respecto a dicho puente, a fin de posibilitar su construcción dentro de un marco de mutua comprensión y acuerdo entre judíos y árabes.
Con similar sensatez, los argumentos también podrían ser válidos para postergar las excavaciones arqueológicas que se llevan a cabo a los pies del Monte del Templo, frente a la Puerta de los Mugrabís: similar a las que lleva a cabo el Wakaf musulmán debajo del Monte del Templo desde hace dos años, estas excavaciones también despiertan las ardientes polémicas religiosas sobre la propiedad de los Santos Lugares en el Monte del Templo.
Esta pregunta no debería debatirse, porque no hay manera de responderla con algún acuerdo entre las partes, y debido a que tales interrogantes podrían producir un derramamiento de sangre.
En el compendio de divergencias que componen el conflicto palestino-israelí y árabe-israelí, la pregunta sobre el dominio de los Santos Lugares es la menos urgente y la que no requiere una solución inmediata: La pregunta sobre el terrorismo palestino es más urgente porque ciudadanos inocentes están siendo asesinados.
La pregunta sobre la conquista israelí y los asentamientos israelíes también necesita una respuesta urgente, porque como resultado de ello hay desesperación y desasosiego entre la población. La pregunta sobre los refugiados palestinos es una cuestión urgente, porque centenares de miles de personas se están pudriendo desde hace sesenta años en campos de refugiados en condiciones infrahumanas.
Y la pregunta controvertida sobre la soberanía de los Santos Lugares puede esperar porque nadie ha muerto como resultado de la conservación de un acuerdo temporal entre judíos y musulmanes, un tipo de status-quo que rige actualmente y que ninguna de las partes está conforme con él, no conlleva al peligro de nadie.
En una polémica con dimensiones religiosas, no hay necesidad de definiciónes ni tiene sentido hacerlas. La historia de la humanidad está regada con ríos de sangre, debido al deseo de intentar definir algo de forma convincente entre diferentes creencias religiosas.
El status quo en el Monte del Templo y en el Muro Occidental debería ser mantenido con precaución sin intentar cambiarlo. La incógnita sobre la soberanía de los Santos Lugares sigue abierta y así deberá continuar. ¿Hasta cuando?
Cuando era niño, mi abuela me explicaba con palabras sencillas las diferencias entre judíos y cristianos. Los cristianos, decía mi abuela, creen que el Mesías ya estuvo aquí una vez y algún día volverá.
Los judíos creen que el Mesías aún no ha llegado, pero llegará pronto. Sobre la base de esta polémica, decía mi abuela, se ha derramado mucha sangre inocente, persecuciones, discriminación y odio. ¿Para qué? Preguntaba mi abuela. En lugar de derramar sangre podriamos esperar y observar.
Si el Mesías llega y dice: Hola, qué bueno veros de nuevo - los judíos tendrían que reconocer su error. Pero si el Mesías viene y dice: Encantado de conoceros - el mundo cristiano debería pedir disculpas a los judíos. Hasta entonces, vive y deja vivir, decía mi abuela.
Esta es la única respuesta posible sobre la pregunta acerca de la propiedad del Monte del Templo y el Muro Occidental: Vivir y deja vivir dentro del delicado y frágil marco del status quo que rige desde 1967 y sin intentar cambiarlo, sólo de común acuerdo.