02 enero 2008

 

Israel y el mesianismo político.

Gustavo Daniel Perednik reflexiona sobre la ceguera de la izquierda a la hora de ceder hasta límites absurdos para conseguir la paz, que ha llevado al peor baño de sangre de la historia de Israel.

Aquí en Israel, el anhelo por la paz es casi una obsesión, y por lo tanto, aún cuando el afán en sí es una fuerza positiva, ha llevado a algunos israelíes a insistir incautamente en que, para obtener paz, sólo hace falta que el gobierno de Israel dé los pasos apropiados. Si no hay paz, pues es culpa nuestra. Aunque sea un poco culpa nuestra. La realidad es otra. Del mismo modo como no había modo alguno de saciar el impulso destructor del nazismo ni la tenacidad imperialista del comunismo, así no hay forma de apaciguar la brutalidad voraz del fundamentalismo islámico

Incluso si el mundo entero se convirtiera al Islam, la guerra continuaría, probablemente entre las sectas islamistas que se atribuyen ser su versión más pura. La motivación sagrada es golpear, más que lograr algo específico con el golpe. Entre el opaco mundo árabe, la colorida sociedad israelí prorrumpe con atrevido brillo. La vasta pluralidad de ideas, partidos y organizaciones que conviven en Israel, es continuidad directa de la tradición del judaísmo que siempre exaltó la diversidad de opiniones.

Israel también es agredido no por sus acciones, sino por ser el espejo del gran fracaso de sus vecinos, y por el hecho de que sea un Estado judío. Ello le hace absorber en sí mismo la corriente del odio que antes se volcaba contra el judío y ahora contra el judío de entre los países.

Por el contrario, la izquierda suele opinar que la guerra contra Israel se debe al comportamiento de los distintos gobiernos hebreos. La aspiración es cándida. De nada nos servirá echarnos culpas artificiales por una situación en la que nuestra responsabilidad es sumamente parcial. Ser o no ser es el dilema de Israel; no cómo actuar.

Comments:
Es cierto todo lo dicho en el artículo. Quiero resaltar una cuestión específica: a Israel no lo odian "por cómo actúa", sino por existir. Ser o no ser, esa es la cuestión.
 
Perednik da de nuevo en el clavo. Un gran artículo.
 
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