05 noviembre 2007

 

Declaración nonagenaria e incumplida.

Coincidiendo con el 90 aniversario de la Declaración Balfour, Andrés me envía un fenomenal artículo publicado por Gustavo Daniel Perednik.

Aun cuando, en la historia judía, Balfour viene asociado casi exclusivamente a aquella gesta, cabe recordar que era también filósofo. Su tema fundamental fue la índole del credo. Para él, los actos humanos sólo pueden comprenderse a partir de un sistema de creencias, que obra como factor social. Allí radicaría la base de todo conocimiento, sea científico, social o filosófico.

Más allá de las actuales menciones periodísticas con las que, en el Israel de hoy, se conmemora la declaración, cabe recordar dos alusiones anteriores: una de hace cuatro décadas y una de hace un año.

Medio siglo después de la Declaración Balfour, estallaba la Guerra de los Seis Días, consecuencia de que el panarabismo se propusiera destruir Israel, antes de la ocupación. El entonces Gran Rabino de Gran Bretaña, Emanuel Jakobovits, solicitó de los ingleses que ayudaran a salvaguardar al asediado Estado hebreo, y así «completar la Declaración Balfour».

Hace sólo un año, Dani Ayalón concluyó sus funciones como embajador israelí en Washington. En su despedida elogió la carta del gobierno norteamericano del 14 de abril de 2004, en la que el Presidente Bush asume que los refugiados palestinos deben retornar a su Estado cuando éste se cree (y no a Israel), cuyas fronteras deben estipularse teniendo en cuenta los cambios demográficos del último medio siglo. Para definir la importancia histórica de dicho documento, Ayalón lo definió «como la Declaración Balfour». Incumplida, la nonagenaria declaración sigue inspirando.

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