05 octubre 2007

 

Relatos de la Guerra de Yom Kippur.

Arieh Gleizer, representante de Keren Hayesod en Uruguay y Paraguay, relata sus vivencias en la Guerra de Yom Kippur. La historia de Israel esta marcada por sus guerras, la historia personal de Arieh como la de otros ciudadanos israelíes, todos en conjunto hacen esa historia. Por lo general lo que queda de las historias son los personajes políticos y militares. Pero los verdaderos protagonistas y forjadores de la historia son la gente común.

Desde el año 1973, el día de Yom Kippur empezó a tener para mí un significado diferente. Hasta entonces como todo judío laico pero tradicionalista, respetaba el ayuno, escuchaba Kol Nidrei.

En octubre de 1973 el día de Yom Kippur, yo estaba en mi kibbutz, Beit Qama ubicado en el Negev, entre Beer Sheba y Sderot. En el kibbutz del Hashomer Hatzair había quienes respetaban Kippur y quienes no. Yo me contaba entre los primeros. Pero mi respeto no era ortodoxo, sí escuchaba radio. Pero al no haber emisión de la radio Israelí ubiqué la BBC de Londres a las 12 del mediodía. Mi inglés en esa época era bastante limitado, creía entender más de lo que entendía realmente.

En el noticioso de la BBC de Londres hablaban sobre concentración y movimientos de tropas en Egipto y Sinai, sobre el canal de Suez, sobre el Golan. Yo estaba convencido de que hablaban de la Guerra de los Seis Días. A la hora me enteré que un jeep militar llegó al kibbutz y reclutó a dos oficiales de reserva javerim del kibbutz, allí empezaron los rumores de que algo sucedía, y entendí que la BBC hablaba de ahora.

Una hora después a las 14.00 horas llegó al kibbutz un ómnibus de Egged, y me reclutó junto con un amigo con el cual formábamos parte del mismo equipo de tanguistas; su nombre Zvi Ben Yosef, hoy vive en Kfar Yoná, y a quien me unen estrechos lazos de amistad y hermandad. Los otros dos que componían nuestro equipo, Yaron Amitay del kibbutz Saar en el norte debió llegar a la base de tanques Majane Natan en Beer Sheba por otros medios y Amiel Gesner, el cuarto, alumno de una yeshiva en Jerusalén había pedido un mes atrás adelantar su servicio de reservista y el primer día cayó prisionero de los egipcios por estar cuidando uno de los puestos de avanzada.

Amiel Gesner es hoy rabino y dirige una escuela religiosa en Haifa. Yaron Amtay hizo conmigo en forma casual el curso de shlijim del KH, pero decidió no salir de Shlijut y quedarse en Jerusalén. También con el guardo una relación de mucha amistad desde entonces y acentuada por el ocasional encuentro en el Keren Hayesod.

Cuando el sargento y el oficial (que acompañaban al ómnibus) llegaron a mi precaria vivienda de madera prefabricada en el kibbutz, acompañados por una javera veterana a darme la orden de reclutamiento, me dijeron que tenía diez minutos para tener el uniforme puesto, despedirme de mi esposa y subir al ómnibus. La despedida fue rápida, con la convicción de que en unos días estaría de vuelta y no hay razón para preocuparse.

Normalmente un viaje de Beit Qama al Majané Natan en las afueras de Beer Sheba no debía demorar mas de 15 minutos. Pero el trayecto fue larguísimo. El ómnibus entraba a cada uno de los kibbutzim y moshavim de la zona y en todos el mismo ritual: 10 minutos para estar listos y subir al ómnibus. En algunos kibbutzim y moshavim de la zona no querían dejar entrar al ómnibus para no profanar la santidad de Yom Kippur, a todos había que explicarles que estábamos en guerra, nadie sabía nada. Había que sacar a la gente de las sinagogas.

Alrededor de las 8 de la noche llegamos a Majané Natan. Ante mi sorpresa nos ordenaron subir directamente a los tanques sin respetar a los compañeros de equipo con los cuales nos habíamos entrenado mas de un año para poder trabajar de forma coordinada. Me separé de Zvi Ben Yosef, que subió conmigo al ómnibus en Bet Qama ya que, como yo, era javer de ese kibbutz. A los otros dos ni los ví, no sabia que pasaba con Gesner, no sabia que el ya estaba en el canal. Y entendí que desde cerca de Nahariya, Yaron Amitay tardaría mucho en llegar.

Los equipos militares estaban en pésimas condiciones de mantenimiento. Los cañones y ametralladoras sin calibrar. No había comida, agua y uniformes protectores de fuego, ni tampoco camiones para que transporten a los tanques rápidamente hasta el Sinai. La orden era que con lo que había, conformar equipos y que sobre las orugas empecemos a bajar al Sinai. Recibiríamos municiones en el camino. Ni siquiera arma personal teníamos al salir.

Empezó el gran éxodo de las tropas blindadas, dejando el asfalto de las rutas en estado como si hubiera habido una erosión volcánica. Las rutas de asfalto no están preparadas para ser transitadas por semejantes moles de hierro. La caravana avanzaba muy despacio. Nos parábamos cada vez que del sentido contrario pasaba un jeep o un carro de comando para que nos cuente que pasaba. Eso hacía que la caravana sea mas lenta aún.

Estábamos muy aturdidos por los sucesos, nos costaba comprender que fuimos atacados, en Yom Kippur, por sorpresa, y que los egipcios habían cruzado el canal de Suez y los Sirios el Hermón. Pocos días antes Moshé Dayan en ese entonces ministro de defensa, había hecho declaraciones que ninguno de los dos escenarios podrían suceder. Que ni los sirios, ni los egipcios tenían capacidad de hacerlo y no se atreverían. Todavía vivíamos bajo la influencia emocional del éxito de la guerra de los seis días, que afectó nuestra sensibilidad y nos embriagó de tal modo que nuestro juicio y el de nuestros líderes se vio afectado.

En la madrugada llegamos a una zona de Sinai llamada Romani. Paramos los tanques para descansar un rato cerca de un hospital de campaña que habían instalado allí. Solo allí tomamos conciencia que estábamos en guerra y que no era un simple entrenamiento más. Vimos ambulancias militares, heridos y sangre. A los pocos minutos aviones de combate se acercaron, no sabíamos reconocer si eran nuestros o enemigos.

Hubo gran confusión, dispararles o no. Las ordenes no eran claras. Algunos dispararon otros no. No recuerdo que hice yo. Pero cuando vimos que caían bombas que incendiaban las carpas del hospital militar entendimos que eran aviones enemigos. La confusión se transformo en desesperación por nuestra poca eficacia en el fuego antiaéreo. Milagrosamente los tanques no fuimos atacados, solo las carpas del hospital.

Al rato, reemprendimos la marcha. Ya circulábamos en las arenas del desierto. El tipo de tanque en el que estábamos no era el ideal para esa travesía, era un Centurión ingles de la segunda guerra mundial, mejorado en el motor y cañón, pero conservaba las orugas de acero, cosa que dificultaba su pasaje por arena. A las pocas horas de viaje, nos paso lo que temíamos que sucediera. Encallamos en la arena y se rompió una oruga. Quedamos anclados sin poder movernos un centímetro. Toda la caravana se detuvo para ayudarnos, pero fue infructuoso. Al final la orden al destacamento fue seguir avanzando y a nuestro tanque esperar ayuda de un equipo experto para esos casos.

Cayó la noche, y nuestro tanque solo en medio del desierto. Teníamos mucho frío y hambre. Abrigo no teníamos, agua teníamos con un gusto asqueroso por los recipientes no ventilados. Comida teníamos de campaña sellada en 1956, recuerdo haber comido sólo miel de un pomo como de dentífrico y galletas de agua secas y con gusto a gasoil. Por el aparato de radio nos avisaron que debíamos estar muy alertas ya que comandos egipcio estaban en la zona, y que el auxilio llegaría solo al día siguiente.

El agotamiento era tal que a pesar de la alerta y que debíamos estar despiertos, los cuatro nos quedamos dormidos unos horas. No recuerdo ni los nombres de este equipo ocasional, ya que nos conocimos sólo en el momento de subir al tanque. Al final llegó el auxilio, y pudimos retomar el camino. La orden era que nos acoplemos al primer regimiento de tanques que encontremos.

Pasaron unas dos horas y nos acoplamos a un regimiento. Este regimiento era el del coronel Asaf Yaguri, que cayó prisionero con los mapas y códigos de regimiento, lo que permitió a los egipcios tenernos varios días en jaque. A las pocas horas entramos en combate contra tanques egipcios T55 de fabricación soviética. Apenas los veíamos, caímos en una emboscada y fuimos atacados por infantería que disparaba misiles RPG también de fabricación soviética, para nosotros desconocidos.

Nuestro tanque recibió varios impactos directos. Estar dentro del tanque, recibiendo impactos directos que hacían temblar semejante mole de acero era una experiencia sobre la cual en los entrenamientos no se practica. Con cada impacto uno no sabe si esta vivo o no. Toda la vida de uno pasa como una película rápida en forma mental.

Nuestro tanque, al que yo comandaba quedó esta vez fuera de uso, pero el acero resultó ser buena protección y salimos de allí ilesos. Cuando se apaciguo un poco el fuego, otro tanque nos vino a recoger para llevarnos a la zona de concentración de las tropas. No teníamos ayuda de la fuerza aérea porque nuestros aviones se los veía caer como moscas por el fuego antiaéreo de los egipcios. Que era como una lluvia al revés.

Una vez que llegamos al parque en donde estaba la concentración de las tropas separaron otra vez nuestro equipo y nos redistribuyeron en diferentes tanques. Otra vez mi equipo fue gente desconocida para mí. Pero dio la casualidad que mi nuevo comandante era un amigo de la infancia, Davis Shalit con quien el encuentro fue muy emotivo. David Shalit al poco tiempo fue herido y evacuado. Años después fue representante de bonos en Brasil y Méjico y director general de bonos en Israel. Hoy abogado.

Así con el nuevo tanque y el nuevo equipo reanudamos nuestra tarea. No sé contar ni los días, ni las noches, ni los combates. Por fin llego la noche que empezamos a avanzar y debíamos cruzar el canal de Suez sobre un puente hecho de balsas. Pasar de la defensa al ataque. Recuerdo que para darnos animo la noche antes de cruzar el canal vino Yafa Yarkoni famosa cantante de canciones heroicas, a cantarnos. A nadie le interesó escucharla, sabíamos que habríamos de encarar algo muy peligroso, internarnos en territorio enemigo.

Cruzamos el canal, y para mi sorpresa la zona era hermosa, llena de palmeras y zonas verdes. Conquistamos una base de cohetes antiaéreos egipcios. Los egipcios se rendían, pero no los podíamos tomar prisioneros, no los podíamos llevar sobre el tanque. Un gran dilema y gran discusión entre los oficiales israelíes: ¿qué hacer con los egipcios? Al final llego un grupo de infantería que se encargó de ellos.

Así pasaron los días y las noches. Yo ya había perdido la cuenta de los días. Una tarde se nos anuncia que quizás en unas horas habría un alto el fuego. Yo me puse muy contento y recuerdo haber dicho a mis soldados en el tanque que debíamos estar contentos que para nosotros la guerra había terminado.

A la media hora fuimos atacados con fuego muy intenso. Faltaban solo dos horas para que el cese de fuego entrase en vigencia. Mi tanque sufrió un impacto directo. Yo resulte herido de gravedad y expulsado por la presión fuera del tanque (en Israel el comandante del tanque está con medio cuerpo fuera de la torreta), mis compañeros dejaron allí su vida.

Hasta hoy no recuerdo sus nombres y no sé quienes son. Tampoco recuerdo sus caras. Éramos ilustres desconocidos los unos para los otros, que esas dramáticas circunstancias hicieron que nuestro destino sea luchar juntos. Yo fui evacuado, tras varias operaciones supere las heridas. Lo que sigue es una historia aparte. Pero la herida de haber perdido soldados, que eran desconocidos para mí, esa herida sigue abierta.

Por esta historia, que para muchos otros combatientes pueden ser similares con las adaptaciones del caso, Yom Kippur es algo más que el día del perdón. Mi generación que luchó en esa guerra, prometió que esa sería la última guerra, que nuestros hijos no iban a tener que luchar. No cumplimos. A nuestros hijos les pedimos perdón.

Comments: Publicar un comentario



<< Home

This page is powered by Blogger. Isn't yours?