13 septiembre 2007

 

El poder de la debilidad.

Sara Honig expresa la falta de apoyo popular que actualmente tienen tanto Ehud Olemrt como Mahmmoud Abbas, haciendo casi imposible cualquier plan de paz que dependa de su autoridad para impulsarlo.

¿Suena inverosímil? Quizá, pero basta con mirar a los dos protagonistas en peor situación nunca vista en Oriente Medio - Ehud Olmert y Mahmoud Abbás. Ambos convirtieron sus notables deficiencias en fuente de autonomía. Contra más inestable parece ser su situación, mayor es su permanencia en el poder.

América entrena a los partidarios de Abbás. Israel libera a criminales convictos y deja de perseguir a los terroristas más buscados. Jordania ofrece tropas para respaldar su fracasado mandato, y eso apenas es la punta del iceberg. Contra mayor es la debilidad que manifiesta Abbás, menores son los compromisos que le son exigidos por parte de Condi y, por tanto, mayores son las concesiones que se exigen a Olmert.

Y esa es exactamente la anticipación que la convocatoria "de paz" del Departamento de Estado-Casa Blanca genera, incluso si los sacerdotes en el poder ya no vacían de vísceras a la indefensa víctima en la cima de una pirámide cubierta de sangre. Cuando Israel es conducido a su propia ejecución ceremonial, no hay casquería discernible. Nadie reconoce siquiera una consecuencia potencialmente grotesca derivada de los acuerdos alcanzados. Los detalles de las zonas de patrimonio judío que Israel cederá a enemigos que siguen implacables no se determinan de manera inmediata necesariamente. Pero el principio ha sido proclamado: la cuna de la nación judía puede ser arrancada al estado judío, convertida en estrictamente Judenrein, y transformada en nuevas bases del terror, cada vez más cerca de los centros de población israelí más poblados.

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